La entrada del Parque de Atracciones de Villalejana estaba cubierta por un millar de globos de colores. En el cielo, estallaban los fuegos artificiales y las bombas de humo anunciando la nueva temporada. Los habitantes de Villalejana se habían acercado en masa, gracias al descuento publicado en el Heraldo de Villalejana. El detective Papaya y el gamusino que vive en el archivador, ya tenían sus entradas en la mano, cuando un sonriente señor Cañadeazúcar, les recibió en la puerta y les hizo pasar al interior del recinto:
– Pasen, pasen, por favor. Es un honor que haya aceptado la invitación. Gracias a usted, hoy es posible estrenar la temporada. ¡Y a su pequeñín peludo! – Acercó su mano al diminuto gamusino, que no dudó en salir corriendo para situarse detrás del detective.- ¡Qué vergonzoso es! ¿Quiere ver cómo ha quedado la Casa Encantada?
– Iremos más tarde. Creo que el pequeñín peludo… – Notó como el gamusino le sacaba la lengua y hacía una pedorreta. – …quiere acercarse a la tienda de dulces, a comprarse unas golosinas. – El gamusino salió corriendo y se colocó frente al detective Papaya y haciendo reverencias, se disculpó, con el señor Cañadeazúcar.
– Me parece una idea estupenda. Díganle a doña Florencia, que es cortesía de la casa. Usted tiene prohibido pagar nada en el parque. Es lo mínimo que puedo hacer, por usted.
– Gracias, señor Cañadeazúcar.
Se despidieron con la mano y fueron caminando hacía la tienda de dulces, dónde la señora Florencia, preparaba ya algunos cucuruchos de palomitas, dulces y saladas:
– ¿Qué van a querer, este mozalbete y su compañero peludo? – El gamusino estaba hinchado como un globo, pero no podía evitar mirar con cierto recelo, la gran cantidad de caramelos, que había en los estantes.
– Pues mire, creo que queremos… ¡Será mejor que el gamusino le presente su lista!

Tras salir con una gran bolsa de papel que le doblaba en tamaño, el gamusino que vive en el archivador parecía estar satisfecho, pese a los «comentarios» de la señora Florencia y el señor Cañadeazúcar:
– ¡No te lo comas todo de golpe! ¡Hay caramelos para parar un tren! – Decía el detective Papaya, que miró asombrado, como la mitad de la bolsa había desaparecido en pocos minutos, mientras el gamusino, con los carrillos hinchados por los dulces, asentía con la cabeza. – Si no te comportas, te acabará doliendo la barriga. – El ruido del masticar, se hizo más fuerte. – Y cuidado con los dientes, que luego salen caries… ¡y aparece el Monstruo de los Dientes Sucios!
El gamusino, asustado, lanzó la bolsa de chucherías por los aires y acabó impactando en el sombrero del detective Papaya, cubriéndole todo de dulces.
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Tras limpiarse en los cuartos de baño y quitarse, algunas de las gominolas enganchadas en el sombrero, el gamusino que vive en el archivador, no dudó en darle unos cuantos lametones, para quitarle el azúcar. Tras visitar algunas atracciones, el gamusino decidió meterse en el Laberinto de espejos. Pasaron los minutos y el detective Papaya no era capaz de encontrar al gamusino. ¿Dónde se habrá metido?

Encontrado el gamusino, se acercaron a la Casa Encantada. Había una gran cola, pero el señor Cañadeazúcar, anunciando por megáfono la gran novedad y el cambio de escenarios en el interior de la casa, aprovechó para adelantarles la entrada y hacerle una visita especial, por el Hotel Abandonado, que habían creado en el interior de la atracción. Todos los animatrónicos estaban restituidos y en perfecto estado. El animatrónico del basilisco era el más impresionante, emergiendo del agua, entre las burbujas de una de las bañeras. Tras salir de la atracción, el señor Cañadeazúcar preguntó:
– ¿Y ahora qué va a hacer, detective Papaya? ¿Algún otro caso a la vista?
– Pues no. Ahora toca un periodo de vacaciones. El detective Piña Colada se queda al cargo de la Agencia, mientras la detective Tiramisú y yo, nos cogemos vacaciones. Ella se irá a ayudar a sus abuelos en la viña y yo, ya veré dónde acabo. Tengo varios rincones a visitar. Aunque si fuera por el gamusino, acabaríamos en una panadería. – El gamusino le mira, con la boca llena de babas, solo de pensar en los croissants.- Pero gracias por este día. Si tiene algún problema, no dude en llamarnos.
– Así lo haré, detective.
Abandonando el parque y con el gamusino, sobre el sombrero, el detective musita:
– Pese a no haber empezado las vacaciones, ya tenemos algo que contar y recordar. ¿Dónde te gustaría a ti viajar, gamusino? – Los ronquidos retumban en su cabeza. – ¿Qué debe estar soñando? Seguro qué con una maleta llena de croissants. ¡Este gamusino! Mañana, ¡nos vamos de viaje!