Ciudad del Cabo era la capital legislativa de Sudáfrica, el país más al sur del continente africano. Resulta que en este país africano, la capitalidad se dividía en tres ciudades: además de la mencionada, Ciudad del Cabo, formaban parte de la capitalidad: Pretoria, capital ejecutiva y Bloemfontein, capital judicial. Aquellos datos proporcionados por la detective Azalea, produjeron dolores de cabeza a los detectives Kudo y Papaya, que seguían sin comprender, la extraña ruta del Monstruo de los Reflejos y de los hermanos de Secretillo:
– Reflexionemos. – Dijo el detective Papaya, quitándose su sombrero verde.- El monstruo ya tiene lo que buscaba, el diamante Reina de los Reflejos. ¿Qué necesidad hay de venir aquí, aparte de que el diamante fuera tallado en esta ciudad? Si ya se anunciaba este tesoro como el mayor del mundo.
– Pues, seguramente, la avaricia. El monstruo no se conformará con un diamante y supongo, que pensará que hay piezas mayores en la joyería. – Determinó la detective Azalea. – Según nos ha informado la Agencia de Detectives de Monstruos, el diamante salió de un taller orfebre en la zona del barrio de Claremont. Tardaremos unos veinte minutos en taxi, desde el aeropuerto. ¡Vamos!
El taller estaba situado en los bajos de un edificio. Un hombre de avanzada edad les abrió la puerta y vieron el pequeño lugar de dónde había salido la Reina de los Reflejos. Sobre una mesa de trabajo, algunos diamantes y metales preparados para ser trabajados:
– Son encargos para una familia real europea. ¿Conocen ustedes estos materiales? Acérquense y les hablaré de ellos.

Tras la explicación del orfebre, escucharon unas risillas que venían de un rincón oscuro del taller. La detective Azalea se acercó lentamente y vio una pequeña recamara, separada por una cortina. Utilizando la Detectilinterna, ilumino una estancia llena de cajas, muebles y otros elementos típicos de un comercio. Las risillas retumbaban por las paredes, pero no era capaz de ver el origen de las mismas:
– Parece que aquí tenemos un polizón. – Soltó Azalea para sus compañeros.
– Secretillo se está moviendo en el Frasco de Cristal. Parece que otro de sus hermanos ha logrado escapar. Pero, ¿dónde puede estar? – El detective Papaya, sacó el frasco de su bolsillo y lo elevó en el aire. Secretillo miró a través del cristal y susurrando, lanzó un enigma al aire.

Escondido en una alcancía (o hucha), Susurrete apareció lentamente con la mirada clavada en el suelo y volando a baja altura. Sabía lo que le esperaba y accedió sin problemas, a reunirse con su hermano en el interior del Frasco de Cristal. Susurrete parecía más nervioso de lo habitual. Si el monstruito estaba aquí, significaba que el Monstruo de los Reflejos también había pasado por el taller:
– ¿Dónde está el Monstruo de los Reflejos? – Preguntó la detective Azalea.
– Se marchó con mis otros dos hermanos. – Contestó Susurrete. – Se enfadó al ver qué aquí no había diamantes más grandes y al ver, un espejo roto en esta sala. Yo aproveché el enfado, para esconderme en esa hucha. Huyó a través de uno de los fragmentos del espejo y se le cayó esto. – Parecía un pedazo de tela.- No sé si será de mucha utilidad.
– Déjame mirar. Utilizaré mi Lupa Culodevaso, a ver si consigo sacar algo en claro. – El detective Kudo, miró lentamente el pedazo de tela.- Creo que ya sé adónde se va nuestro monstruo. Llamad al aeropuerto. Tenemos que volar nuevamente.
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Los detectives reflexionaron en silencio durante algunos segundos:
– ¡Rusia! Es un país gigantesco. Podríamos tardar días, semanas, meses… en dar con el monstruo. ¿En qué puede tener interés?
– Pues… – El detective Kudo ya estaba realizando sus pesquisas.- Lo único que puede llamarle la atención es… – Susurrete seguía jugando con el retal de tela en la mano, cuando mostró un texto por la parte trasera.- ¡Fabergé!
– ¿Faber… qué? – Preguntaron la detective Azalea y el detective Papaya al unísono.
– Los huevos de Fabergé. Son un tesoro único. Piezas de joyería exclusivas. Tenemos que ir a San Petersburgo. Allí está el museo Fabergé.
Continuará…