San Petersburgo. a 720 kilometros de Moscú, de la capital de Rusia. La noche cubría la ciudad y los alrededores del museo Fabergé a las orillas del rio Fontanka, estaban ocupados por los agentes de seguridad que custodiaban el tesoro nacional: piezas de orfebrería únicas y delicadas, que descansaban en un edificio lleno de medidas de seguridad. Los detectives Papaya, Kudo y Azalea, acompañados por una jovencísima detective jefe Rublo, paseaban por los amplios salones, contemplando aquellas obras de arte:
– Este palacio, el Palacio Shuvalov, guarda en su interior mil quinientas piezas de este joyero ruso, K.G. Fabergé, entre ellas, quince de sus famosos huevos de Fabergé. -La detective Rublo, señala una gran sala. – Aquí están los nueve imperiales…
Pero en la sala, ante la gran vitrina que los exponía, la sombra oscura de un monstruo de los Reflejos. El monstruo, al verse acorralado, se escabulló entre las sombras. Murmullos y Cotillón, hermanos de Susurrete y Secretillo, aparecieron por las esquinas de la sala, con un gran papel blanco entre sus alas:
– Se le cayó al monstruo. Parece que está escrito en un idioma extraño. – Dijo la detective Azalea.
– Es cirílico. El alfabeto ruso. ¡Veamos qué dice! – Pasados unos segundos, exclamó.-¡Qué extraño! – Dijo la detective Rublo.- Este mensaje no tiene significado en ruso.
– ¿Podía usted transcribirlo en alfabeto latino? Tengo una sospecha. – Dijo el detective Papaya.

El monstruo había dejado un mensaje claro al detective Papaya. Pero ahora habían escarmentado de su fuga en Buenos Aires. Habían eliminado todos los espejos del museo y por tanto, lo iba a tener más difícil para escapar. Siguiendo las indicaciones de los hermanos de Secretillo, llegaron a una pequeña sala de seguridad, dónde había un sinfín de cámaras. El monstruo se había refugiado durante horas en aquel pequeño lugar y ahora, les serviría a ellos para ver dónde se escondía aquel monstruo. Mientras tanto, los Monstruos de los Secretos, tomaban nota sin parar. El detective Kudo, preguntó:
– Si no tiene por dónde escapar, ¿qué hará?
– Intentará despistarnos para escapar por la puerta. Pero no lo va a conseguir. Mirad todos las pantallas, en alguna de estas pantallas deberá aparecer. – Tras unos segundos, la alarma de aviso, saltó en todas las pantallas. El monstruo estaba localizado en la azotea del edificio, intentando escapar por los conductos del aire. – No podrá escapar. ¡Todos a la azotea, corred!

Escucharon un fuerte golpe. El monstruo se había precipitado por uno de los tubos de ventilación hasta el sótano del edificio, dónde estaba el almacén. El detective Papaya se lanzó, escaleras abajo para llegar a la zona del almacén. Era un lugar muy oscuro. Las luces se encendieron y vio, a lo lejos, al Monstruo de los Reflejos. A los pocos segundos, escuchó el ruido de algo romperse y cuando llegó, solo encontró los restos de un viejo disco compacto. ¡Había logrado escabullirse! Pero… ¿adónde había ido esta vez?
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El silencio reinó en el almacén:
– ¡Qué me quiten mis rublos! ¡No teníamos controlado este espacio! ¿Dónde creen que se ha metido?
– Creo que tengo la respuesta. Miren el disco. Es una audioguía del museo del Louvre y eso está …
– ¡En París! ¡Por fin! Maldita sea la hora, necesito viajar ya hacía allí. – Dijo el detective Papaya. El gamusino que dormitaba en el interior del sombrero se despertó al escuchar el nombre de la capital francesa, mientras salían corriendo para tomar un vuelo. Mientras tanto, en Escandinavia, las alarmas de un centro comercial saltaban por los aires y el estruendo de espejos rotos retumbó por todas las salas. Confundido, el Monstruo de los Reflejos, intentaba encontrar una respuesta y comprender dónde había aparecido.
Continuará…