Aquello no era Paris y el Monstruo de los Reflejos lo sabía. Las luces apagadas no ocultaban la luz que entraba por las grandes cristaleras de aquel edificio. Grandes estanterías cubrían las paredes y carteles en un idioma extraño, indicaban los precios de los diferentes productos. Por alguna razón, había aparecido en una tienda de muebles de estilo escandinavo. Mirando las etiquetas y las referencias, tardó pocos segundos en deducir que estaba en Suecia. Encerrado y con todo el suelo lleno de cristales, por la pila de espejos que había tirado al suelo. No podía estar más cabreado. Y aquella alarma sonaba a todo volumen. Necesitaba escapar… ¿dónde estaba la salida? Los carteles, escritos en sueco, no ayudaban. El monstruo se puso a pensar, mientras buscaba dónde esconderse. ¿Cómo se dirá salida en sueco?

No hubo manera de localizar un diccionario o algo por el estilo en aquel lugar. Todo estaba dedicado a la venta de objetos de decoración y mobiliario para el hogar y la oficina. Los pocos libros que encontró, eran de atrezzo. Pero el monstruo recordó algo: había un símbolo internacional para marcar las salidas de emergencia… ¿pero cómo era? Necesitaba encontrar papel y lápiz para poder dibujarlo. Y en aquella tienda, de lapices no faltaban. Había un dispensador con un millar de ellos en cada acceso a la exposición de muebles. Ya podía comenzar su proceso artístico.

¡La salida! Ese símbolo iluminado en verde lo había visto en el fondo de alguno de los pasillos. Las luces de aquel edificio se encendieron de golpe y escuchó los pasos rápidos, de los vigilantes de seguridad. Salió disparado hacía la puerta y la cruzó a toda velocidad, intentando ocultarse en la oscuridad de la noche. ¡No quería venir aquí! ¡Quería ir a Paris! A la ciudad de la luz, dónde había visto tantas cosas brillantes, que no tendría tiempo para aburrirse y poder disfrutar de su nuevo tesoro, La Reina de los Reflejos. ¿Y ahora cómo lo haría para viajar a Paris? Necesitaba ver un lugar para poder viajar a él. Encontró la respuesta en un gran anuncio que colgaba de una pared del almacén contiguo a la tienda de muebles. El río Sena reflejaba la Torre Eiffel, en su mejor panorámica. Tomó la gema entre las manos y miró a través de ella. El viaje estaba a punto de comenzar. Cuando las puertas de la salida de emergencia se abrieron, solo vieron un pequeño resplandor desaparecer en mitad de la noche. No entendían nada, pero dieron parte a la Agencia de Detectives de Monstruos, para informarles, que aquella noche, un monstruo extraño había estado haciendo de las suyas en una tienda de muebles escandinavos.