El caso de los pasaportes – Capítulo 11

Los detectives accedieron al museo, por una de las puertas de emergencia. Sabían que el Monstruo de los Secretos, tarde o temprano, llegaría al museo, pues parece que desde un inicio había sido esa su intención. Entonces, ¿para qué tanto escándalo con los pasaportes y el uso de Secretillo y sus hermanos? Los detectives se plantaron en la recepción en la planta subterránea del museo, bajo la gran pirámide de cristal. Un gendarme, se acercó a los detectives y les informó de los últimos movimientos. Parece que habían captado ruidos extraños cerca de la Venus de Milo, una escultura clásica e icónica de la cultura griega. Para llegar hasta la escultura, deberían tomar el acceso Sully del museo y subir hasta la primera planta del edificio:
– Tened en cuenta, que este museo es gigantesco. Tiene en exposición más de treinta y cinco mil piezas de arte en exposición. Si alguno se pierde o se despista, que vuelva a la planta subterránea y se dirija a recepción.

Los detectives apretaron sus pasos y se acercaron a la estatua. En el suelo, unos grandes trozos de metal se apilaban contra la estatua, formando una especie de corazón deforme.

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El cartel fue claramente destrozado por el Monstruo de los Reflejos. Sus huellas aparecen en todas partes.

Viendo la escena y reconstruyendo aquel destroce, confirmaron que el Monstruo de los Reflejos ya había accedido al museo. El detective Papaya, se quitó el sombrero y pensó:
– Ha robado un diamante, nos ha hecho viajar por medio mundo y llega a Paris y hace un corazón con una señal de «Silencio, por favor». ¿Qué clase de broma pesada es esta?
– Parece ser, detective, que el monstruo está enamorado. Alguien susurró a sus espaldas. – Por tanto, seguramente, tengamos que buscar a otro Monstruo de los Reflejos, que debe ser residente aquí. Necesitamos informar a los equipos de seguridad del museo y que comprueben las cintas de los últimos días y semanas. – La detective Azalea, mirando a lo lejos de la amplía galería, tenía una sospecha. – ¿Qué zona es la más icónica del museo?
– Pues… – El detective Kudo sacó una guía y comenzó a repasar obras. – Son demasiadas. Déjame que piense.

Encuentra a algunos de los pintores que se pueden ver en el Museo del Louvre, en París.

Entre las grandes obras destacadas, tres eran las que quizás llamaron más la atención al detective japonés: La Gioconda, de Da Vinci; La libertad guiando al pueblo, de Delacroix y El retrato de la condesa del Carpio, de Goya. Tres obras con presencia femenina y que atraían las miradas de los millones de visitantes del museo. Al comprobar las cámaras de seguridad, comprobaron que el Monstruo de los Reflejos había pasado por aquellas tres zonas, pero que solo en una de ellas se había parado:
– El retrato de la Gioconda. Es el único que está protegido por un cristal y es dónde todo el mundo se para a mirar el lienzo. Pero sólo le hemos visto a nuestro fugitivo. ¿Dónde se encuentra su amor?
– Al otro lado del reflejo. – La detective Azalea sonrió al decir la frase y explicó.- Seguramente, sea un Monstruo de los Reflejos, que vive al otro lado del espejo y quizás, no quiere salir de su mundo, pues está allí feliz. Seguramente, el robo del diamante es para convencerle y atraerle a este mundo. Pero, por lo que parece… no ha habido éxito.
– Váyamos a la galería dónde está expuesta La Gioconda, debemos atrapar al monstruo, antes de perder La Reina de los Reflejos para siempre.

¿Serás capaz de aclararte por los largos pasillos del museo para llegar hasta el cuadro de la Gioconda, de Leonardo Da Vinci?

El recorrido por el sinfín de galerías del museo se les hizo eterno, hasta que se toparon de frente con el monstruo, mirando el cuadro de la Mona Lisa a través del cristal y mostrando al aire, ese gran diamante tallado. Sus brillos destacaban en el ambiente poco iluminado del museo. El silencio había cubierto la escena cuando, de la nada, apareció un tímido brazo peludo. ¿Sería posible que con esa artimaña, el Monstruo de los Reflejos, hubiera conseguido su propósito?

Continuará…

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