Miraron en el interior de la tetera que descansaba sobre una cómoda de la habitación. Segundos antes de mirar, la tetera había silbado al compás del reloj, provocando aquel ruido que recordaba que había que hacer silencio. Pero en el interior de la tetera, solo encontraron té. Era un té muy oscuro, pero parecía frío. Miraron nuevamente el reloj y la tetera. ¿Qué relación podrían tener entre ellas? Cuando preguntaron a la sirvienta de la marquesa, les contestó que la tetera fue un regalo de unos lejanos parientes y que la señora marquesa, quería que la tetera estuviera en el mueble del comedor. Y sí, el té era para la señora, pero que debería estar vacía. Cuando volvieron a mirar la tetera, apenas quedaba té. ¿Dónde había ido aquel té oscuro? La sirvienta les miró extrañada. «El té que toma la señora, es claro como el rocío de la mañana. De oscuro nada. No le gusta el té negro. Prefiere las tisanas más suaves y de coloraciones claras. Como la manzanilla.» El detective Tiramisú sabía lo que había pasado. Allí dentro, estaba escondido uno de esos monstruos que él buscaba. ¿Pero qué monstruo podía tener un tamaño tan pequeño para esconderse en el interior de una tetera? La sirviente les ofreció una infusión, mientras intentaban encontrarle sentido a aquel desproposito.

Con la infusión caliente entre sus manos, el señor Foucault miraba atentamente al reloj. Si no son los engranajes ni tampoco la numeración… ¿quizás es el sistema de sonido? ¡Pues claro! Era lo único que no habían revisado. No tenía motivo para dudar del señor Tiramisú, pero eso de los monstruos era un cuento para engañar a los bobos. Se levantó y dando un largo sorbo a la infusión de manzanilla, descolgó el reloj y abrió la tapa trasera. Tras el árbol de engranajes, se encontró una pequeña caja aislada, que ponía «Caja de música». Le quitó una pequeña tapa y se colocó sus quevedos sobre la nariz. Aquello era un completo caos de cables y conexiones sin sentido. ¿Cómo iba a saber él, qué cable conectaba con el sistema de música? Le tocaría rebanarse los sesos resiguiendo los caminos.

Los quevedos se cayeron al suelo, cuando comprobó que el interior del sistema musical estaban desactivados y por tanto, no podían emitir ningún ruido. Al conectarlos y colocar la hora en punto, el reloj nuevamente funcionó de manera correcta, emitiendo el ruido del cuco… pero también se oia el sonido del shhhh, que por primera vez notaron que no venía del reloj y que nuevamente, parecía venir de aquella extraña tetera. Cuando el detective Tiramisú, se lanzó contra la tetera, esta se giró y salió corriendo por patas hacía el patio de armas del castillo. La sirvienta gritó: «¡La tetera está embrujada! ¡Señora marquesa, señora marquesa! ¡La tetera está embrujada! Salieron por patas, intentando cazar a aquel extraño polizón.
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Continuará…