
¡Buenas tardes a todas las personas seguidoras de este humilde blog! Sé que anuncié que esto saldría el lunes, pero ayer estaba tan hecho polvo que no me dio tiempo a publicar este artículo en las condiciones que a mi me parecen óptimas. Pedidas las disculpas, vamos a hacer una crónica de este fin de semana rolero, previo al final de «Los casos del tedio (que no anuncian en la radio)» y la gran fiesta navideña de ALC Stronghold, el Epic Xmas. ¿Qué tal si comenzamos por el sábado?
Sábado: de Olimpiadas, Papá Noel y unos héroes entre tentáculos
El sábado por la mañana, nos enfrentamos los valientes detectives Chocolate, Espagueti y Jibanyan, a «El caso de las Olimpiadas«, para Pequeños Detectives de Monstruos (Álvaro Corcín y Patricia de Blas, Nosolorol). Se sumó a la causa, el detective Chapuzas. Un caso en el Estadio Municipal de Las Afueras que no dejó a nadie indiferente, por las grandes sospechas que se presentan para el próximo caso: «El caso del final del fin de fiesta». Un caso divertido, diferente y con una gran tirada de salvación del detective Jibanyan ante una gran cantidad de miedo acumulado.

Por la tarde, fue el turno de colocarnos nuestras mejores galas navideñas y lanzarse a explorar el mágico mundo de Papa Noel, con «El caso de los regalos extraviados». Estas partidas fueron bien, con la participación de algunos detectives ya conocidos, como la detective Chocolate, Brocoli… y con alguna mala jugada de los dados, que querían buscarnos las cosquillas, sacando unos resultados bastante malos. Pero pudimos ayudar a Papa Noel a recuperar su trineo y poder entregar los regalos. Luego tocó el turno de Hero Kids (Justin Hallyday, Hero Forge Games) y aquí, empezaron mis problemas. Normalmente, llevo las fichas plastificadas dentro de la maleta, pero como estuvimos haciendo varias partidas fuera de lo habitual y sin Hero Kids, cinco minutos antes de comenzar la partida me doy cuenta que no habíamos cogido las fichas para poder jugar. Menos mal del detective Wasabi y de Google Drive, que las tenía guardadas allí por si pasaba algo, pudimos comenzar la partida. Tres problemas: 1) el mapa era demasiado grande, 2) El mapa que aporté, tenía algunos fallos imprevistos y 3) mis dados estaban en buena racha y como director de juego, hacían peligrar la experiencia. Pero supieron mantenerse fuertes y derrotar los peligros surgidos.
Domingo: vuelve por Navidad, «Jugar per la Marató» y la suerte se volvió loca, loca, loca…

El domingo 15 de diciembre será recordado como el día que muchos adultos comenzaron a plantearse si jugar con un servidor estaba vinculado al hecho de tener buena suerte y eso que el día comenzó con mal pie, literalmente. Me levanté con una fea cojera (provocada por un problema de salud), que hizo que llegáramos con 45 minutos de retraso. Aparte, el detective Piña Colada cogió un resfriado bastante feo. Con «El caso del seis de amarillo», el caos se estableció en Sants-Niggurath. Primer cambio: las pifias y los éxitos se trasladan de número. Segundo cambio: comienzan a salir pifias por doquier, el miedo se acumula en la mesa y Piña Colada se duerme sentado en una silla. ¡Todo correcto! Aparte, mis detectives habituales Pikachu, Zanahoria, Unicorn y Jibanyan, se enfrentan a un nuevo detective novato: Número 8. Este último detective es como tener diez detectives novatos a la vez. Tiene mucha energía, pero hay que parar la partida algunas veces para explicarle como se debe comportar en mesa. ¿Es algo molesto? No. ¿Sirve para algo? Sí, para muchas cosas. Creo que es necesario hacerle entender a los peques lo que uno debe hacer o no mientras estamos jugando, pues jugar es una cosa seria. En esta partida, hubo momentos muy divertidos: la compañía de teatro que tenía seis integrantes, pero en el interior había siete o en la segunda partida, cuando la gente que subía al escenario, caían redondos al suelo o se ponían a imitarlos. Sobre esta segunda partida, otro problema: una jugadora que no quiere jugar y su padre, en vez de intentar convencerla o de retirarla en la mesa, se queda en una postura neutra, mirando al infinito. ¡Esto no ayuda! Los peques deben ser libres de escoger si quieren jugar o no. No quiero peques jugando a la fuerza en la mesa. Desde que se sentó no quiso jugar. Se negó en banda. Incluso, cuando dos personas más querían sumarse a la mesa, ni se movió para que otras personas jugaran. Y el padre, sin decir ni mu. Estas actitudes no las soporto y por respeto a los pequeños presentes, no dije nada, pero cero estrellas para el papá de esta detective. Menos mal que Superchuche, Uol y Misterio, pudieron resolver el caso sin problema.

Llegó el mediodía y con él, el sorteo solidario. Comienzan a decir números y comienzan a aparecer agraciados conocidos: Pikachu, Zanahoria, Número 8, Unicorn, Jibanyan, Chapuzas,… Algunos de ellos, por partida doble o triple. Y yo, viendo la vida pasar. Sale el 166, premio. Es mi número. Voy al mostrador de premios. Solo quedan libros de Cels Piñol, que ya tengo por triplicado. Bueno. Al menos me ha tocado algo.
Comida en un restaurante de shawarma y vuelta a dirigir con otra sesión de Hero Kids. He aprendido del día anterior y he: 1) modificado un aspecto de la partida, 2) cogido las fichas plastificadas y 3) metido bronca a los dados. Las dos primeras salieron a la perfección, la tercera, ya tal. Fue una aventura loca, muy loca. Piña Colada decidió unirse con un bruto para conseguir salvar a los pobres marineros de la bestia marina. Pero nuevamente, tuvimos una mesa con carga educativa. Teníamos dos jugadores novatos. Uno de ellos, tenía la necesidad de controlar lo que hacían los demás y cada dos o tres minutos, tenía que recordarle que solo controlaba a su personaje y no al de los demás. Pese a las broncas y las quejas de Laikanroc (Jibanyan, en PDM) por lo cortito de la partida (hora y media), pudieron llegar a buen puerto.

Después de esta sesión, partidas relajadas de Dungeon Raiders y charla con otros másteres, hasta el inicio del siguiente sorteo. Y nuevamente, las miradas cayeron sobre mi. Dos primeros números: Pikachu y Zanahoria. Luego le vendría el turno a Jibanyan, Chapuzas, Unicorn, Chirimoya… Y yo, mirando mis seis números sobre la mesa. No cantaron ni uno. Pero en un momento dado, el detective Alvocat decidió entregarme su 840, premiado en ese mismo momento y pude conseguir EL TESORO. Estaba ahí, esperándome, entre los pocos premios restantes. Era un dibujo hecho por Quim Colàs (@quimtuk, en Instagram). El año pasado, al salir mi número premio (170), lo cogí entre la gran cantidad de premios que quedaban. Este año, volví a hacerlo. La gente aplaudió con fuerza. Y ahora, descansa al lado de mi cama, a la espera de colgarlo en la pared. Fue un día muy productivo para mis agentes: se llevaron libros de rol como Pequeños Detectives de Monstruos (Chapuzas), Hora de Aventuras (Zanahoria y Pikachu), ¡Feliz cumpleaños, Robot! (Unicorn), Steven Universe y Buscaduendes (Jibanyan). A los pobres Chapuzas y Chirimoya, les abuchearon de valiente, por la cantidad de premios que les tocaron. Pero fue un gran día.

Reflexiones en voz alta:
Varias reflexiones (sin mala intención ni maldad) para que los adultos tengáis en cuenta:
1) Si el peque no quiere jugar (pese que se ha pasado una semana diciendo que sí), dadle espacio. Dejad que los directores de juego hablemos con el peque y si no hay manera, retiradle de la mesa. No esperéis que hagamos de poli malo, pues no lo vamos a hacer. No es nuestro trabajo. Esto es una acción voluntaria, no retribuida.
2) Es normal que los peques se pongan nerviosos. El DJ ya les advertirá cuando hagan algo molesto. Además, intentaremos estar por todos. Si ponéis malas caras o les abroncáis, la experiencia de juego se pierde y se diluye para todos los jugadores.
3) La preparación previa de una partida es un trabajo bastante duro para un DJ. Preparar mapas, guión, recursos… Si el DJ ha puesto una edad mínima, entended que no lo hace por gusto o ganas. No ha lanzado un D20 al aire y ha decidido: esto es. Ya se me han quejado de la presencia de peques muy peques en la mesa. Y tanto Piña Colada como yo, estamos algo molestos con la situación. Entended que son muchas horas las que dedicamos al proyecto y ajustamos los contenidos para poder ofrecerlos al máximo de jugadores.
4) ¡No somos aparcaniños! La experiencia del rol debe ser familiar. Las dirigimos como personas voluntarias, no como un educador de tiempo libre contratado. Si el peque se está comportando mal en la mesa y no reacciona a mis toques de atención, tenéis que intervenir. No es una experiencia agradable ni para el resto de jugadores ni para los DJ.
5) Agradecer a todas las familias roleras que vienen a los eventos y hacen que los otros cuatro puntos no sean necesarios recordarlos cada dos días. Gente que se preocupa por sus peques, por la actitud de ellos y por el vínculo que se crea entre jugadores y DJ. ¡Gracias, mil gracias! Natalia, Xavi, Sergi, Esther, David, Montse, Carlos, Yolanda, Gerard, Maribel, Eduardo… y a otros tantos que no hemos podido ver este fin de semana o que no tengo presentes sus nombres. Gracias a todos ellos.
Con este speech acaba la crónica de hoy. ¡Nos leemos!